Conferencias
Impartir conferencias es un placer de doble filo. Por un filo, investigar, leer, escribir acostumbran a ser actividades solitarias. De forma que el contacto directo con el público dota de sentido a mis ideas. Siempre me sorprende gratamente cuando alguien me contacta en redes o incluso me reconoce por la calle, y me agradece tal o cual texto. Me alegran el día y sacuden mi soledad: hay alguien ahí afuera.
Por otro filo, compartir mi pensamiento en aulas o salas de conferencias me obliga a avanzar. Una vez diseminadas, las ideas germinan en otras mentes y de ellas brotan nuevos colores y desarrollos. De este modo, las tuyas propias deben avanzar, pues si el entorno se mueve gracias a tu contribución, entre otras muchas, esto te permite a tí seguir haciéndolo.
Pensar y comunicar son actividades que se retroalimentan.